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Research Report

The return of the iskonawa language

Carolina Rodríguez Alzza

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https://orcid.org/0000-0003-3556-3973


Keywords

Iskonawa
Extinct languages
Linguistic trajectory
Linguistic return

Abstract

This article discuss the announced extinction of the Iskonawa. The first approximations to this language until today has been presented on its probability of extinction. This has not only constituted a foundational character for the researchers who have identified this indigenous people, but it has also permeated among all the people who today identify themselves as Iskonawa people. To explain this point, we consider the language in the place of the speakers, their life trajectories are addressed, which are at the same time the route that their language has followed. This is done from narratives of the Iskonawa population about the history of the people and their perspectives on the language, which were part of a series of research project carried out between the years 2013-2020. In this way, it is proposed to clarify the place in which the Iskonawa language is found, characterizing it more than just giving it a category. Towards the end, the different efforts that the generational groups of the people have undertaken to continue speaking the language are also explained.

Introducción

Mientras intentaba desentrañar la sintaxis de algunas sentencias del iskonawa que tenía apuntadas en mi cuaderno de campo preguntando por la traducción de palabras al español y proponiendo nuevas sentencias en la lengua para solicitar juicios de gramaticalidad, Nawa Nika me sorprendió diciéndome que debía aprender rápido el iskonawa porque ella pronto se iba a morir. Estaba parada frente a mí cuando me levanté de la posición que tenía sobre la mesa donde creía estar aprendiendo su lengua. Cuando la miré no pude no pensar en que ella era parte de ese escaso número de hablantes que se estima para el iskonawa, por lo que se le considera una lengua en vía de extinción.

El iskonawa emergió por primera vez en la Amazonía peruana en 1959. Alrededor de esos años, las 25 personas que conformaban el grupo iskonawa ya eran los últimos hablantes de su lengua. La grave caída demográfica de la población fue una de las consecuencias de las presiones que ejercían foráneos sobre el territorio para extraer recursos naturales y la violencia con la que actuaban frente a los indígenas. Desde entonces hasta el presente, solo se han contabilizado cada vez menos iskonawa-hablantes. Esto debido a los fallecimientos por enfermedades desconocidas que llegaron con los foráneos poco tiempo después de sostener contacto con ellos. Asimismo, a causa de las transformaciones culturales que experimentaron en ese largo y duro proceso de adaptación a la nueva vida que iniciaron en una comunidad nativa ribereña junto a los Shipibo-Konibo en la cuenca del río Callería.

De acuerdo con un censo comunitario que elaboramos junto a los iskonawa en el 2017, su población de estima en 100 personas. Sin embargo, los iskonawa viven “dispersos”, tal como señalan los más ancianos cada vez que explican que el grupo mayor de ellos vive en la Comunidad Nativa Callería, mientras que un grupo más pequeño habita la Comunidad Nativa Chachibai. También algunos iskonawa se han establecido en las ciudades próximas a estas comunidades, como Pucallpa y Yarinacocha. Entre toda la población iskonawa, son únicamente cinco las personas que se autoreconocen y son reconocidas como hablantes de la lengua.

Antes de eso, en el territorio fronterizo entre Ucayali (Perú) y Acre (Brasil), los iskonawa residían en una gran maloca e intercambiaban con otros conjuntos indígenas que vivían en malocas similares y próximas a las suya. Estas unidades de residencia habrían estado conformadas cada una por un número no mayor a 50 personas (BRAUN, 1973). Sin embargo, para 1959, el grupo iskonawa estaba compuesto únicamente por 25 personas. Unos años después, luego de su traslado y asentamiento en la cuenca del río Callería, 17 personas conformaban este grupo indígena (MOMSEM, 1964). La población incrementó gradualmente hasta contabilizarse 50 personas en los años setenta (CHIRIF; MORA, 1977).

A partir de la experiencia expuesta al inicio, este artículo presenta un relato de investigación sobre la lengua iskonawa y discute su anunciada extinción, ya que reconoce que desde las primeras aproximaciones a ella hasta la actualidad la lengua ha sido presentada a partir de esta probabilidad. Esta no solo ha constituido un carácter fundacional para los investigadores que se han aproximado a este pueblo indígena, sino que también ha calado entre todas las personas que hoy se autoidentifican como iskonawa. Para ello, situando a la lengua en el lugar de los hablantes, se abordan sus trayectorias de vida, que son al mismo tiempo la trayectoria que ha seguido su lengua. De ese modo, se propone esclarecer el escenario en el que se encuentra la lengua iskonawa, caracterizándola más que solo dándole una categoría. Hacia el final se explican también los diferentes esfuerzos que los grupos generacionales iskonawa han emprendido para retomar la lengua.

1. Nacimiento de una lengua en extinción

La lengua iskonawa se conoce por primera vez a partir de la aparición de un grupo de personas en el lado peruano de la Sierra del Divisor (Ucayali), cerca al imponente cerro El Cono. Fue ahí donde algunos hombres iskonawa que realizaban labores en sus chacras sostuvieron contacto con misioneros evangélicos del South America Mission y shipibos de la colonia de Callería. Esta era la constatación de los presagios que tanto el shamán como otros ancianos tuvieron en su ingesta de tabaco. Al mismo tiempo, era una confirmación de los gritos de la gente cuando vio una avioneta sobrevolar muy bajo: ¡nawa, nawa! (‘¡foráneos, foráneos!’). Todo apunta a que la participación de los shipibos, hablantes de una lengua de la misma familia lingüística (Pano), entre el grupo de misioneros, facilitó la comunicación ente ambas partes. Así, consiguieron que los hombres iskonawa los condujeran hasta la maloca en la que residían y donde se hallaba el resto de la población.

A partir de entonces, los iskonawa emprendieron un trayecto que los llevó de la zona interfluvial, que tradicionalmente ocupaban, a una ribereña, como la cuenca del río Callería, un afluente directo del río Ucayali, habitado principalmente por población Shipibo-Konibo. Durante los meses que transcurrieron hasta llegar ahí, los iskonawa comenzaron a padecer una serie de enfermedades. Así el grupo se despidió de los más ancianos, quienes fallecieron en el primer tránsito emprendido junto a los misioneros y shipibos hasta la cabecera del río Utuquinía, donde establecieron un pequeño asentamiento temporal. En el transcurso del largo viaje río abajo, fallecieron otros iskonawa ahogados durante la que fue su primera experiencia en una embarcación fluvial y frente a la violencia del agua. En Callería, esas mismas enfermedades que desconocían persistieron en sus cuerpos bastante debilitados, que intentaban adaptarse a la nueva vida que de ahí en adelante tendrían. Los pocos adultos y ancianos que quedaban fallecieron así.

Figure 1. Figura 1. Parte del pueblo iskonawa y los misioneros del SAM en la cuenca del río Callería Fonte: tomada de MOMSEM, 1964.

No obstante, para cuando el encuentro con misioneros y shipibos ocurrió, los iskonawa ya eran muy pocos. De acuerdo a los hoy ancianos que viven en la cuenca del río Callería, su familia venía huyendo desde tiempo atrás de quienes también llamaban nawa ‘foráneos’. Sus abuelos habían enfrentado a otros grupos indígenas con los que sostenían guerras; sin embargo, a diferencia de ellos, estos nawa estaban ensañados en acabar completamente con los iskonawa. Esta violencia percibida y aún hoy recordaba delinea el perfil de estas personas que los iskonawa hallaban muy cerca de su territorio trabajando en la extracción de recursos naturales. Los jóvenes, curiosos por conocer aquellos misteriosos objetos que los rodeaban, organizaban frecuentemente asaltos a sus campamentos. En ocasiones, fueron sorprendidos por alguno de estos foráneos que disparaba contra ellos sin reparo. Estos encuentros llenos de exaltación terminaban tiñéndose de sangre y con la pérdida de hombres jóvenes.

El tesón con el que los foráneos disparaban contra los iskonawa fue cristalizándose en la violencia de la que este grupo comenzó a huir. Su desplazamiento en el territorio a causa de la actividad de roza y quema de chacras, que les permitía asegurar la alimentación de todos los que conformaban el grupo, se agilizó de modo que ya no había oportunidad para construir una gran maloca. Menos aún fue posible continuar reuniéndose con el otro conjunto indígena, que residía en una maloca contigua, en festividades sumamente importantes para la sociedad que conformaban. De ese modo, los iskonawa caminaban para huir y así evitar que los encuentren, caminaban dejando detrás de sí a todos y todo lo que no podía andar por sí solo.

De tal manera, la primera vez que tuvimos noticias sobre la lengua iskonawa, esta ya contaba con una baja población de hablantes. En los años inmediatamente posteriores, el número de sus hablantes continuó decayendo. Como queda claro, los hablantes del iskonawa fueron víctimas de un periodo de violencia de diferentes magnitudes, ya que además de la violencia física de los primeros años, también los afectó una serie de impactos epidemiológicos. Finalmente, el choque psicológico de su ingreso a la dinámica de la sociedad de Callería sumó significativamente en la trayectoria de vida de los iskonawa y, de ese modo, a la situación de su lengua.

2. El refugio del iskonawa

A inicios de los años sesenta, la cuenca del río Callería se abrió como un nuevo escenario para la vida del pueblo iskonawa, o al menos lo que quedaba de él. Un grupo que se calcula en 25 personas se asentó en una pequeña aldea llamada Jerusalén, más abajo de la colonia de Callería habitada por los Shipibo-Konibo. Años más tarde, la aldea iskonawa se trasladó un poco más arriba en el mismo río, cerca de la quebrada denominada Tashawaya. Tiempo después, los iskonawa se volvieron a desplazar río arriba y se ubicaron más cerca de la colonia de Callería. Las primeras casas que construyeron las familias iskonawa se ubicaron al extremo opuesto de las casas de las familias Shipibo-Konibo. Sin embargo, estas fueron siendo alcanzadas por el crecimiento de la población Shipibo-Konibo de la colonia de Callería, que se iba extendiendo a través de más y más casas en una línea recta en paralelo al río.

Figure 2. Figura 2. Casas del pueblo Iskonawa en los asentamientos del río Callería Fonte: tomada de MOMSEM, 1964.

El camino río arriba hacia las proximidades de la colonia de Callería es un desplazamiento social y a la vez lingüístico para los iskonawa. Cuando ellos vivían todavía en Jerusalén o Tashawaya, en aldeas conformadas con predominancia iskonawa, la lengua contaba con hablantes adultos, jóvenes y niños. Mientras que los adultos de aquellos años ya han fallecido, los jóvenes conforman hoy la generación de ancianos. Los niños son actualmente los adultos. La lengua iskonawa era el principal vehículo de comunicación en la vida cotidiana de las familias que ahora se organizaban en diferentes casas pequeñas y ya no solo una gran maloca residencial. A pesar de ello, continuaban reuniéndose para compartir los alimentos, tal como recuerdan con añoranza los ahora adultos de este pueblo. A su vez, su lengua continuaba cristalizando las interrelaciones entre los miembros de la población durante actividades vitales como la caza y otras más recientes como la siembra de arroz. A pesar de los diferentes cambios que iban experimentando, en esos primeros años en el río Callería, todavía se habrían celebrado festividades importantes para los iskonawa, aunque internamente al pequeño grupo, donde la lengua mostraba sus usos más simbólicos.

Sin embargo, también ocurría que los iskonawa acostumbraban subir el río hasta la colonia, que era el centro de referencia shipibo-konibo en términos sociales, culturales y lingüísticos. Los niños emprendían diariamente un trayecto en canoa para asistir al colegio, donde compartían con un docente y otros niños shipibos. Las familias iskonawa también subían hasta la colonia para “pasear”. De acuerdo con mis anfitriones, ellos paseaban por las casas de algunos shipibos con los que habían establecido amistad, caminaban por la calle recta que organiza a ambos lados las casas o simplemente se sentaban en algún lado mientras observaban lo que hacían los shipibos que vivían ahí.

Figure 3. Figura 3. Vista del camino principal que organiza las casas en la colonia de Callería Fonte: de la autora, 2013.

El desplazamiento lingüístico, que entendemos siguiendo la propuesta de Brenzinger (1998), se ha dado para el iskonawa en un espacio mediado por diferentes regímenes de interacción con el shipibo-konibo. El contacto gradual con esta otra lengua indígena tuvo lugar en la vida cotidiana y en otros espacios institucionalizados como el colegio. En ambos persistía el recuerdo inextinguible del contacto, en el que los iskonawa son representados como el pueblo que vivía aislado con prácticas culturales consideradas salvajes desde la perspectiva de los shipibo-konibo. En ese sentido, las ideologías lingüísticas (Kroskrity 2010) sobre el iskonawa no son únicamente concepciones sobre la lengua, sino que indexan otras ideologías sobre la población y siguen los intereses de un grupo de poder. La población iskonawa experimentó de ese modo una fuerte presión por la higienización de su lengua a través del mecanismo de la burla constante a la que eran sometidos en comparación con la lengua shipibo-konibo. De acuerdo con Cameron (2012), la higiene verbal consiste en una serie de discursos que se emplean para “limpiar” la lengua de acuerdo a los ideales de lo correcto y civilizado. Lo recuerda de ese modo una mujer durante sus años en el colegio, que para los iskonawa configuró un lugar ideológico, tal como lo define Silverstein (1998). De acuerdo con ella, sus compañeros shipibos le decían que no debía hablar así, refiriéndose a que no hablara iskonawa. “Poco a poco aprendí el shipibo y de ahí luego ya no hablaba iskonawa porque se burlaban de mí”. Así ella señala que comenzó a aprender a “hablar como ellos”, refiriéndose de tal modo a la lengua de un otro grupo, los Shipibo-Konibo, distinto al nosotros Iskonawa desde donde ella se enuncia al haber crecido aprendiendo la lengua de sus abuelos.

El movimiento lingüístico río arriba tiene su expresión más clara en el desplazamiento de la lengua iskonawa por el Shipibo-Konibo. Las ideologías que los Shipibo-Konibo construyeron sobre ella y la presión por la higienización de la forma de hablar confluyeron en un proceso consciente que aún hoy recuerdan con claridad los adultos y los ancianos. Era claro para ellos que ambas lenguas compartían características en común, aunque existían también diferencias que para los Shipibo-Konibo evidenciaban formas incorrectas de hablar. Las diferencias, que presumimos eran más notables entre sí en el pasado que ahora, fueron confrontadas no solo por los Shipibo-Konibo, sino también por los iskonawa, quienes buscaron conscientemente cambiarlas para evitar continuar siendo objeto de señalamiento.

3. Recordar una lengua

A partir del panorama presentado en la sección anterior, podría ser comprensible que los iskonawa hayan decidido dejar de hablar y transmitir su lengua. No obstante, no es posible comprender el desplazamiento lingüístico en polos opuestos y distantes. El desplazamiento lingüístico que han experimentado los iskonawa ha impactado distintamente a los grupos generacionales. Del mismo modo, también han surgido iniciativas diferentes asumidas por actores generacionales de acuerdo a los recursos lingüísticos del iskonawa con los que contaban.

Los ancianos han continuado siendo activos difusores del iskonawa, la cual es su lengua materna. Inicialmente, en la cuenca del río Callería y, más específicamente, en la colonia Shipibo-Konibo, ellos no dejaron de emplear su lengua, aunque sí se vieron obligados a restringirla al ámbito de los parientes iskonawa. Los demás espacios, aquellos que forman parte del circuito social en el que participan junto a los Shipibo-Konibo en la colonia, fueron cedidos a la forma de hablar que experimentaban intentando “hablar con ellos”. Sin embargo, posteriormente, desde que se asentaron definitivamente en la colonia, el “hablar como ellos” se volvió un hábito diario que pretendía garantizar socialmente su adaptación. Para ello, incluso, había que restringir el uso del iskonawa en el ámbito familiar, lo cual aseguraba así que sus hijos y nietos llevaran a cabo su propio proceso de aprender la otra lengua, es decir el shipibo-konibo. De tal manera, el conocimiento de la lengua iskonawa salió también del espacio cotidiano y familiar. No obstante, la lengua fue silenciada por los ancianos, quienes la guardaron en sus memorias asociándola a los espacios familiares y las prácticas culturales que eran parte de sí.

Hoy en día, los ancianos se han convertido en actores clave en iniciativas que han acompañado diferentes investigadores en los últimos años. Entre ellos, son las tres mujeres quienes han encabezado un movimiento importante para la transmisión y retomada de la lengua. Todas estas iniciativas rescatan el proceso de transmisión familiar que los ancianos desarrollaban anteriormente. Algunas iniciativas como el proyecto de documentación de la lengua iskonawa, emprendido por investigadores de Tufts University y Pontificia Universidad Católica del Perú, contó con la participación de los ancianos para el registro de su lengua a través de diferentes expresiones verbales: relatos históricos del pueblo, historias personales, cantos, narraciones procedimentales, entre otras. Otras iniciativas emprendidas desde el Estado peruano son el proceso de creación del alfabeto iskonawa, que reunió al pueblo indígena hasta en cuatro ocasiones para discutir sobre su conocimiento lingüístico. En estas reuniones mediadas por el Ministerio de Educación del Perú, los ancianos desarrollaron un papel crucial a través de su conocimiento lingüístico, que sustenta la propuesta de grafías que componen el alfabeto reconocido oficialmente para esta lengua (MINISTERIO DE EDUCACIÓN DEL PERÚ, 2018). Por su participación clave en todas estas acciones en rescate, salvaguardia y promoción de la lengua y la cultura del pueblo Iskonawa, la anciana iskonawa Nawa Nika recibió el reconocimiento de Persona Meritoria de la Cultura en el 2018 (MINISTERIO DE CULTURA DEL PERÚ, 2018).

Figure 4. Figura 4. Gesica Pérez y Wini Kera en los talleres para el reconocimiento del alfabeto oficial de la lengua iskonawa en el 2017 Fonte: foto de la autora.

Por otro lado, la segunda y tercera generación descendiente de los ancianos iskonawa comenzaron a desarrollarse lingüísticamente en la lengua que les aseguraría la aceptación social en la colonia de Callería. Es decir, aprender a “hablar como ellos” significó una posibilidad de adaptarse mejor a la vida social. Esto planteaba un escenario desolador para la lengua iskonawa, dado que en un momento los ancianos tenían la voluntad de transmitirla familiarmente, pero sus descendientes no querían recepcionarla para de ese modo evitar ser discriminados. Sin embargo, con el paso de los años, el protagonismo de los ancianos por la continuidad del iskonawa ha movilizado a estas generaciones, entre los que destacan jóvenes que han asumido un compromiso con la transmisión de la lengua. Así, los jóvenes han participado en las mismas iniciativas, mencionadas anteriormente, en diálogo con los ancianos. Ellos han mostrado interés por escuchar y eso es, desde la perspectiva de los ancianos, lo que se requiere para que el iskonawa continúe. Los jóvenes se han vuelto, de ese modo, en actores clave en las diferentes etapas de registro de la lengua, ya sea filmando, transcribiendo y traduciendo. También han cumplido un rol importante en la discusión con los ancianos y los representantes del Estado durante el proceso que llevó a que se reconozca el alfabeto oficial del iskonawa. Algunos de estos jóvenes han decidido asumir también esta responsabilidad formándose académicamente en educación intercultural bilingüe de la Universidad Nacional Intercultural de la Amazonía en la ciudad de Pucallpa (Ucayali), proponiéndose así convertirse en los primeros maestros bilingües del pueblo iskonawa.

En ambas generaciones, los procesos de desplazamiento lingüístico y retomada de la lengua muestran caminos que convergen como una fuerza vital del iskonawa. Por ello, así como los trayectos de los hablantes llevaron a la lengua a una situación de alta vulnerabilidad por la que se considera en peligro de extinción, también son esos mismos trayectos que ahora los hablantes conducen para la reproducción de la lengua en un escenario actual.

4. Conclusiones

El trayecto de la lengua iskonawa es así el camino que siguieron sus hablantes. Ellos han experimentado un proceso de desterritorialización y una significativa caída demográfica. Es en esas circunstancias que partieron de su territorio tradicional y llegaron a la cuenca del río Callería, donde la discriminación social y lingüística a la que fueron sometidos ha marcado una pauta importante en el proceso de adaptación a la nueva vida que iniciaron. De tal modo, este trayecto muestra con mayor claridad por qué el iskonawa es considerada una lengua en peligro de extinción. Sin embargo, desde hace algunos años atrás, el desplazamiento lingüístico que experimentaba el iskonawa viene siendo discutido por el pueblo, especialmente bajo la mirada crítica de la generación de jóvenes. Ellos han emprendido diferentes acciones en diálogo con los ancianos, pero también con otros actores ciudadanos y del Estado peruano. Así, ellos están retomando la lengua y escribiendo juntos un nuevo trayecto de vitalidad para la lengua iskonawa.

How to Cite

ALZZA, C. R. The return of the iskonawa language. Cadernos de Linguística, [S. l.], v. 1, n. 3, p. 01–11, 2020. DOI: 10.25189/2675-4916.2020.v1.n3.id237. Disponível em: https://cadernos.abralin.org/index.php/cadernos/article/view/237. Acesso em: 18 apr. 2024.

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